Los principales beneficiarios de este programa son los niños y las niñas que se encuentran
en situación crítica en las zonas más desfavorecidas del planeta, víctimas de la pobreza extrema,
las crisis humanitarias y la explotación infantil.
Estos jóvenes viven permanentemente inmersos en situaciones de exclusión social y
experimentan situaciones de alta vulnerabilidad que los conducen a la malnutrición crónica, las
enfermedades transmisibles como el sida y la falta de oportunidades para tener un futuro digno.
Para muchos de estos jóvenes, la vida se reduce a poco más que una lucha por la
supervivencia. Muchos de ellos quedan desposeídos de su niñez, un periodo de la vida que tendría
que estar dedicado al crecimiento personal, el aprendizaje y el juego, tal y como se reconoce en la
‘Convención sobre los Derechos del Niño’, de 1989.