13.06.2007 11:33
Una ceremonia mundial
Marc Parramon
Leopoldo Pomés, uno de los creadores de la ceremonia de inauguración del Mundial'82 en el Camp Nou, recuerda con nostalgia y pasión los detalles de un acto que ahora cumple 25 años.
En medio del silencio de su estudio de Barcelona, Leopoldo Pomés trabaja en su última cosecha de
fotografías de paisajes. “Ahora sólo hago eso, me apasionan los paisajes”, asegura sin
retirar la mirada de la pantalla de su ordenador. La actual calma profesional de este fotógrafo y
realizador publicitario de 75 años no tiene nada que ver con la vorágine en la que estaba inmersa
hace ahora justo 25 años. El día
13 de junio
de 1982
el Camp Nou fue el escenario de la ceremonia de inauguración de la Copa Mundial de
Fútbol. Él fue uno de los padres de la criatura.
Todo comenzó el año 1980 cuando el publicista catalán Víctor Sagi, hijo del delantero
culé Sagi-Barba, llamó a Leopold Pomés para hacerle una propuesta. Sagi quería encargarle la
escritura del guión de una ceremonia para concurrir al concurso público abierto por el Real Comité
Organizador de la Copa Mundial de Fútbol con la finalidad de adjudicar la realización de la
ceremonia a un equipo creativo. “Cuando me lo propuso me cogieron todos los males del mundo
pero a la vez fue una excitación fantástica”, asegura Pomés en una entrevista con Barça TV y
www.fcbarcelona.cat. Y evidentemente, dijo que sí.
Colocando Barcelona en el mapa
Casi dos años después, el 13 de junio de 1982, ochenta mil personas presentes en el Camp Nou
y 1.600 millones más a través de la televisión se convertían en
testimonios de un espectáculo emotivo y muy visual con la paz como hilo conductor.
“¿Qué motivo hay más importante que éste? Era un tema relevante porque comenzábamos la
democracia, lo teníamos muy claro”, recuerda Pomés.
La preparación
El ingenio de este creativo llevó a más de cuatro mil jóvenes, vestidos de blanco, a moverse
milimétricamente sobre el césped del estadio para dibujar una gran paloma blanca, con referencias a
la famosa litografía de Picasso. “La dificultad más importante era alojar a los chicos.
Utilizamos el Miniestadi como almacén y tenían que recorrer el camino hasta el Camp Nou y entrar
por las
puertas del estadio para así acceder al césped.” A las 19:52 horas, el joven
Víctor Puente, se situaba en el centro del Camp Nou y soltaba una paloma de dentro de un balón de
fútbol, uno de los símbolos más emotivos del espectáculo. “Toda la ceremonia estaba
cronometrada, todo tenía que pasar en el momento preciso”.
Satisfacción
El éxito del acto fue rotundo. “Me consta que Pelé se emocionó y recuerdo que un diario
inglés encabezó su portada del día siguiente con la palabra castellana Fantástico", rememora. Fue
una ceremonia que colocaba a Barcelona y al Camp Nou en el mapamundi del imaginario colectivo y
que, a pesar de la modestia de sus creadores, supuso un precedente brillante ante la cita olímpica
que sacudiría Barcelona justo diez años después.
Una paloma perezosa en los ensayos
Sobre el guión, una paloma blanca tenía que salir volando de un balón de fútbol que abriría un niño
en medio del Camp Nou. Durante los ensayos de las semanas previas a la gala, la paloma no salía
volando del balón. El animal sacaba la cabeza de la pelota, se subía encima y con toda la
parsimonia del mundo daba un bote hasta aterrizar sobre el césped.
Ante la desesperación del equipo artístico, se hizo venir a un experto ornitólogo y se creó
un mecanismo hidráulico dentro del balón para favorecer el arranque del vuelo. A pesar de los
esfuerzos, la paloma continuaba dirigiéndose al césped haciendo caso omiso al guión.
Sorprendentemente, el día de la ceremonia, tal vez consciente de la desazón de todo el mundo, al
abrirse la puertecita del balón, la paloma arrancó el vuelo en estampida. Automáticamente, provocó
el aplauso del público asistente y el consiguiente suspiro del equipo artístico.